La apuesta de los demócratas por el cierre: pérdida de influencia y poco que mostrar

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El cierre gubernamental más largo en la historia moderna de Estados Unidos finalmente terminó después de que un puñado de senadores demócratas hicieran un cambio estratégico, proporcionando a los republicanos suficientes votos para aprobar un acuerdo de financiación temporal. Si bien este acuerdo permite que el gobierno funcione hasta enero de 2026, hace poco para satisfacer las demandas iniciales de los demócratas y deja a muchos preguntándose si otra batalla por el cierre se vislumbra en el horizonte.

Este no fue el típico enfrentamiento partidista sobre las prioridades presupuestarias. Esta vez, los demócratas entraron en la contienda con un objetivo claro: conseguir concesiones políticas de los republicanos a cambio de poner fin al cierre. En cierres anteriores, normalmente eran los republicanos los que exigían cambios de política como palanca, lo que obligaba a los demócratas a elegir entre la financiación gubernamental y sus principios. El cierre de 2018, cuando los demócratas intentaron utilizar tácticas similares con respecto a DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia), duró solo un par de días antes de resolverse.

Un riesgo calculado con ganancias poco claras

Matt Grossman, director del Instituto de Políticas Públicas e Investigación Social de la Universidad Estatal de Michigan y presentador del podcast Science of Politics en el Centro Niskanen, arroja luz sobre por qué esta estrategia finalmente no logró arrojar resultados sustanciales para los demócratas. “Simplemente no se tiene un historial de obtención de concesiones sobre la base de la reapertura del gobierno”, explica Grossman. “Se tiende a conseguir acuerdos de proceso para seguir adelante”.

El proyecto de ley de financiación a corto plazo apenas se mueve en prioridades demócratas clave, como la ampliación de los créditos fiscales de la Ley de Atención Médica Asequible que expirarán a finales de 2025. Si bien los republicanos han prometido votar en unas semanas un proyecto de ley demócrata separado sobre atención sanitaria, que probablemente incluya una extensión de estos créditos, su éxito sigue siendo incierto.

A pesar de este resultado mediocre, algunos demócratas argumentan que poner fin al cierre era necesario para minimizar el daño público y evitar mayores daños económicos.

Los peligros de la percepción

Surge una pregunta clave: ¿Los mensajes de los demócratas en torno al cierre influyeron efectivamente en la opinión pública y culparon a los republicanos?

“Había gente que decía: ‘¿Por qué ceder ahora?'”, señala Grossman, sugiriendo que algunos dentro del partido creían que estaban ganando la batalla narrativa contra los republicanos en las encuestas. Sin embargo, esta apuesta finalmente resultó ineficaz para asegurar ganancias concretas.

El mito de la “Base” y el desafío por delante

El cierre también pone de relieve una desconexión entre la “base” online del Partido Demócrata y el electorado en general. Si bien algunos comentaristas y usuarios de redes sociales dentro de esta base exigieron una obstrucción agresiva contra los republicanos y se sintieron traicionados por cualquier compromiso, estas voces no reflejan necesariamente los deseos o preocupaciones de todos los votantes demócratas.

Además, los demócratas están experimentando un cambio en la dinámica partidaria. Una facción creciente, alimentada por las ansiedades populistas derivadas de la presidencia del expresidente Trump, presiona por una mayor confrontación con los republicanos. Esta dinámica plantea preguntas sobre cómo podrían desarrollarse los cierres futuros: ¿se considerarán tácticas aceptables si producen aún menos resultados tangibles?

La incertidumbre acecha

Una vez evitada la crisis inmediata, una nueva pregunta flota en el aire: ¿Estallará otro enfrentamiento sobre la financiación cuando el acuerdo actual expire en enero? La respuesta depende de si los demócratas pueden conseguir concesiones significativas durante el proceso de asignaciones antes de esa fecha.

De lo contrario, sugiere Grossman, es probable que resurja la presión para cerrar. Pero añade una advertencia crucial: “Si de alguna manera se convencen de que tienen una estrategia mejor y de más largo plazo para aguantar esta vez, entonces tal vez veamos un cierre otra vez”.

En última instancia, aunque el gobierno se salva temporalmente del cierre, las tensiones subyacentes entre demócratas y republicanos siguen sin resolverse. El cierre de 2023 sirve como un crudo recordatorio de cómo un estancamiento político disfuncional puede dejar a ambas partes con poco que celebrar y mucha incertidumbre para el futuro.