La militarización del Departamento de Justicia por parte de Trump: un ajuste de cuentas

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El expresidente Donald Trump socavó sistemáticamente la integridad del Departamento de Justicia (DOJ) durante su administración, convirtiéndolo en un instrumento de represalia personal y política. No se trataba simplemente de una cuestión de cambios de política; fue un desmantelamiento deliberado de las salvaguardias institucionales, priorizando la lealtad sobre los estándares legales y utilizando la aplicación de la ley federal como arma contra enemigos percibidos. Las consecuencias se extienden más allá de los casos individuales, erosionando la confianza pública y sentando un precedente peligroso para futuras administraciones.

La primera ola: la lealtad sobre la ley

Desde el primer día, Trump instaló a aliados como Pam Bondi como Fiscal General, lo que indica un claro cambio en las prioridades. El bombardeo de memorandos del primer día de Bondi detuvo la aplicación de las leyes anticorrupción, priorizando la agenda del presidente sobre los principios constitucionales. No se trataba sólo de maniobras burocráticas; fue una señal flagrante de que el Departamento de Justicia operaría como una extensión de la Casa Blanca, no como un organismo independiente para hacer cumplir la ley. El indulto de los insurrectos del 6 de enero subrayó aún más este desprecio por la rendición de cuentas. A los fiscales que pasaron años construyendo estos casos se les dijo que su trabajo no significaba nada.

La purga y los procesamientos politizados

La administración no se limitó a realizar cambios de política. Los abogados de carrera fueron despedidos, reasignados u obligados a dimitir por negarse a ceder a la presión política. El caso de Elizabeth Oyer, una abogada encargada de indultos reasignada para investigar a Mel Gibson para un indulto basado en supuestos vínculos personales con Trump, ejemplifica esta crueldad. Cuando Oyer se negó a aprobar el perdón debido al historial de violencia doméstica de Gibson, fue despedida de inmediato. Este no fue un incidente aislado; era un patrón de intimidación y represalias contra quienes se atrevían a defender normas éticas.

Derechos civiles bajo fuego

Incluso divisiones aparentemente no partidistas como la División de Derechos Civiles estaban corruptas. Los “Casos de los Bomberos” en Georgia, donde a los solicitantes negros se les negaron sistemáticamente puestos de trabajo debido a prácticas de contratación discriminatorias, ilustran el alcance de este daño. Cuando el Departamento de Justicia intentó desestimar el caso, la procuradora general Bondi exigió un lenguaje que enmarcara explícitamente la situación como discriminación inversa, protegiendo efectivamente al departamento de bomberos de la responsabilidad. La negativa de los abogados de carrera a aprobar este retorcido razonamiento pone de relieve la resistencia interna, pero también la presión que enfrentaron.

Asignación de recursos como arma

Trump utilizó aún más al Departamento de Justicia como arma al desviar recursos hacia la aplicación de la ley de inmigración, despojando de personal de áreas críticas como los delitos de cuello blanco, la seguridad nacional y la explotación infantil. Esto no fue simplemente un cambio de enfoque; fue un debilitamiento estratégico de las capacidades de aplicación de la ley en áreas que no se alineaban con las prioridades de la administración. Los agentes del FBI fueron retirados de investigaciones a largo plazo para centrarse en redadas de inmigración, dejando los delitos más graves sin investigar.

El ciclo de la retribución

El aspecto más alarmante del legado del Departamento de Justicia de Trump es la normalización de la interferencia política y la amenaza inminente de futuras represalias. Algunos funcionarios discutieron abiertamente la compilación de listas de “personas de carrera” a quienes rendir cuentas en la próxima administración, lo que indica una voluntad de convertir al Departamento de Justicia en un arma. Esta mentalidad de ojo por ojo amenaza con convertirse en un ciclo autodestructivo, socavando el Estado de derecho y erosionando irreparablemente la confianza pública.

La erosión de la estabilidad

Es posible que el estadounidense promedio no sienta de inmediato las consecuencias de un Departamento de Justicia politizado, pero las implicaciones a largo plazo son profundas. La estabilidad de la ley, piedra angular de la prosperidad y el bienestar social de Estados Unidos, se ve socavada cuando los presidentes pueden desplegar arbitrariamente fuerzas federales de aplicación de la ley contra sus oponentes. Una vez que se rompe la separación entre la Casa Blanca y el Departamento de Justicia, el sistema se vuelve vulnerable al abuso y las probabilidades de que los ciudadanos comunes y corrientes eventualmente se conviertan en objetivos aumentan dramáticamente.

El daño causado por el Departamento de Justicia de la administración Trump no es simplemente una cuestión de irregularidades pasadas; es una advertencia sobre la fragilidad de las instituciones democráticas y los peligros de un poder ejecutivo sin control. El Estado de derecho no es un juego y su degradación amenaza los cimientos mismos de la sociedad estadounidense.